El
hecho de que el universo exista no es garantía de que tenga condiciones
propicias para la vida. Los científicos solían pensar que cualquiera que fueran
las condiciones iniciales del universo, eventualmente evolucionaría a las
complejas formas de vida que conocemos hoy, como postula el punto cinco con
respecto a la concepción científica del mundo (pág. 53). Uno de los últimos
descubrimientos, con respecto al origen y la evolución de la vida, sin embargo,
ha sido el de lo increíblemente coordinado que nuestro universo debió estar
desde el mismo momento de la gran explosión para que la vida pudiera originarse
en el cosmos. Durante los últimos casi treinta años, los científicos han
quedado atónitos por el descubrimiento de lo complejo y sensible que debió ser
el equilibrio de las condiciones iniciales en ocasión de la gran explosión para
que el universo permitiera el origen y la evolución de la vida. En los diversos
campos de la Física y la Astrofísica, la Cosmografía clásica, la Mecánica Cuántica
y la Bioquímica, los descubrimientos han develado reiteradas veces que la
existencia de la vida depende de un equilibrio delicado de constantes y cantidades
físicas. De producirse la más mínima alteración de éstas, el equilibrio se
destruiría y la vida no existiría. En realidad, en muchos casos, ni siquiera
las estrellas y los planetas ni la química ni la materia atómica propiamente
dicha podrían existir, mucho menos la vida biológica. En realidad, el universo
parece haber sido «puesto a punto» desde el momento incipiente para permitir la
existencia de vida inteligente.
Por
ejemplo, cambios en la fuerza de gravedad o la fuerza electromagnética en el
orden de uno en 10 elevado a 40 hubiera hecho imposible la existencia de estrellas
como nuestro Sol, y, por lo tanto, la vida tampoco hubiera sido posible. Una
disminución o aumento en la velocidad de la expansión de solo una fracción en
un millón de millones, cuando la temperatura del universo era 10 elevado a 10 grados
hubiera resultado en el colapso del mismo en un magma de fuego o hubiera hecho
imposible que las galaxias se condensaran, haciendo imposible la vida en ambos
casos. Es necesario que lo que se conoce como la constante cosmológica, crucial
para el desarrollo de nuestro universo, haya sido inexplicablemente «puesta a
punto» en no más ni menos que una fracción de 10 elevado a 53 para que fuera
posible la existencia de un universo con condiciones para la vida. Esta es solo
una de las muchas constantes y cantidades que deben estar presentes para que
haya condiciones aptas para la vida en el universo.
No
es cuestión de que cada cantidad esté en su justa medida, sino que también
deben estar «puestas a punto» las cantidades relativas entre estas. Por ende,
la situación no se asemeja a una ruleta en los casinos de Montecarlo que debe arrojar
un conjunto de ciertos números; sino que se parece más a la ruleta de
Montecarlo arrojando un conjunto de ciertos números, y que esos números tengan
determinada relación entre sí. Por ejemplo, que el número arrojado por una ruleta
sea siete veces más grande que el número arrojado por otra ruleta y que un
tercio del número en otra ruleta. La existencia de un universo con condiciones
aptas para la vida es abrumadoramente improbable.
¿Cómo
deberíamos entender la noción de probabilidad presente en un universo con condiciones
aptas para la vida? John Barrow, físico británico, nos sugiere algunas ideas. Nos
invita a trazar un punto rojo en una hoja de papel para que represente nuestro
universo. Ahora bien, una variación mínima en algunas de las condiciones
iniciales nos permite representar un universo diferente. Si hay condiciones
para la vida, trazamos otro punto rojo, si no hay condiciones para la vida,
trazamos un punto azul. Repitamos esto una y otra vez hasta que la hoja de
papel esté completamente cubierta de puntos. ¿Con qué terminamos? Terminamos
con un mar azul y unos pocos puntitos rojos. Es en este sentido que puede decirse
con propiedad que la existencia de un universo con condiciones para la vida sería
increíblemente improbable.
Algunas
personas dirán: «Sí, nuestro universo es improbable. Pero cualquier otro universo
sería igualmente improbable. Sería como ganar la lotería. La posibilidad de que
cualquier per, sana gane la lotería es muy improbable, pero alguien tiene
que ganar». Esta objeción sirve para destacar que no es solo cuestión de
probabilidades, sino de probabilidad específica lo que está en juego. No
es solo la probabilidad de la existencia de un universo u otro, sino la
probabilidad de la existencia de un universo con condiciones aptas para la vida.
Por lo tanto, la analogía correcta
sería una lotería en la que un billón de billones de billones de bolitas negras
se revuelve con una bolita blanca y luego se nos invitara a tomar una bolita
con los ojos cubiertos. Si bien todas las bolitas tienen la misma probabilidad
de salir, será muchísimo más probable que la bolita que saquemos sea negra y no
blanca. Para completar esta analogía, supongamos que nuestra vida dependiera de
sacar una bolita blanca: ¡Si no sacas una bolita blanca, estás muerto! Si
metiéramos la mano, con los ojos cubiertos, entre todos esos millones y
millones de bolitas negras, y de pronto descubriéramos que habíamos sacado la
única blanca que había, con todo derecho sospecharíamos que alguien había hecho
trampa. Si todavía eres escéptico, suponte que para evitar la ejecución
debieras sacar una bolita blanca tres veces seguidas. Las probabilidades no
serían significativamente diferentes, pero nadie, en su sano juicio, pensaría que
si saca una tras otra bolita blanca hubiera sido solo por casualidad.
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Extracto
Libro: ¿Quién
creo a Dios? Y respuestas a más de 100 preguntas acerca de cuestiones de Fe.
Editores generales: Ravi
Zacharias y Norman Geisler
Colaborador: William
Lane Craig
Páginas: 71-73
Capitulo: 3
Editorial:
Vida
Año:
2003
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