Los
teóricos que defienden la alternativa de la casualidad se han visto, por lo
tanto, obligados a adoptar una hipótesis extraordinaria: la de «muchos mundos».
De acuerdo con esta, nuestro universo sería solo un elemento más de una colección
mayor de universos, todos reales, y universos existentes y no
solo posibles. Para asegurar que en el concierto de mundos apareciera, por
casualidad, un universo con condiciones propicias para la vida, se
estipula que hay una cantidad
infinita de universos en el conjunto (para que se realicen todas las
posibilidades) y que las constantes y cantidades físicas se ordenan
de manera aleatoria (para que los mundos no sean todos iguales). Por ende, en
alguna parte de este concierto
de mundos aparecerán solo, por casualidad, universos armónicamente ajustados
como el nuestro. No debería sorprendernos observar condiciones precisamente-balanceadas,
ya que observadores como nosotros solo existen en aquellos
universos que están bien «puestos a punto».
El
hecho de que científicos serios, deban sentirse forzados a recurrir a dicha
hipótesis metafísica extraordinaria es una medida del grado a que estos
clamores de «puesta a punto» exigen justificación. Paul Davies no hace mucho
declaró que el caso a favor del diseño se mantiene en pie o cae conforme al
éxito de la hipótesis de muchos mundos.
¿Qué
se puede decir, entonces, de esta hipótesis? En primer lugar, debemos darnos
cuenta que no es más científica ni menos metafísica que la hipótesis de un
«diseñador cósmico».
Como dice el teólogo y científico John Polkinghorne: «La gente procura pergeñar
un relato de "muchos universos" en términos seudocientíficos, pero
eso es seudociencia. Pensar que pudiera haber muchos universos con diferentes leyes
y circunstancias no es otra cosa que una conjetura metafísica». Pero como
hipótesis metafísica, la de muchos mundos es argumentativamente inferior a la
del diseño, porque
ésta es más simple. Según un principio conocido como la navaja
de Ockham, no se deberían multiplicar las causas más allá
de lo necesario para explicar los efectos. Y es más simple postular
un diseñador cósmico para explicar nuestro universo que la de una colección
infinitamente recargada e inventada de universos, como requiere la
hipótesis de muchos mundos.
Por lo tanto, es preferible la hipótesis del diseño.
En
segundo lugar, no hay manera conocida de generar un concierto de mundos. Nadie
ha sido capaz de explicar cómo o por qué dicha colección diversa de universos
pudiera y debiera existir. Además, los intentos que se han hecho requieren
también estar ajustados. Por ejemplo, aunque algunos
expertos en cosmografía apelan a las llamadas teorías inflacionarias del universo
para generar un concierto de mundos, el único modelo inflacionario consistente
es la teoría
Inflacionaria del Caos de Linde, la cual requiere una puesta
a punto inicial para comenzar el proceso de inflación.
En
tercer lugar, la hipótesis de muchos mundos enfrenta un grave cuestionamiento desde
la teoría «de la Evolución Biológica», que es uno de los puntos de la
cosmovisión científica.
Antes de continuar, un poco de
antecedentes: durante
el siglo diecinueve, el físico alemán Ludwig Boltzmann, propuso un tipo de
hipótesis de muchos mundos para explicar por qué no encontramos el universo
en un estado de «muerte por calor» o equilibrio termodinámico en el que la energía
estuviera distribuida en forma uniforme por todo el universo. Boltzmann planteó
la hipótesis de que el universo,
en su conjunto, está, de hecho, en un estado de equilibrio, pero que con el
transcurso del tiempo las fluctuaciones en el nivel de energía ocurren aquí y
allá en todo el universo de manera que solo por casualidad habrá regiones
aisladas en las cuales exista el desequilibrio. Boltzmann se refiere a estas regiones
aisladas como «mundos».
No
deberíamos sorprendemos
al observar que nuestro mundo está en un estado de desequilibrio muy improbable
dado que en el concierto de todos los mundos la probabilidad exige que algunos
mundos estén en desequilibrio… y el nuestro es uno de esos mundos.
El
problema de esta osada hipótesis de muchos mundos es que si el nuestro no es
más que una fluctuación en un mar de energía difusa, sería muchísimo más
probable que tuviéramos que observar una región de desequilibrio mucho menor
que la presente. Para que existiéramos, una fluctuación menor,
aunque solo fuera una que produjo nuestro mundo en un instante por un enorme
accidente, sería muchísimo más probable que una progresiva disminución de la
entropía para dar forma al mundo tal como lo conocemos. En realidad, esta hipótesis,
de adoptarse, nos obligaría a considerar que el pasado es ilusorio, que todas
las cosas solo tienen una mera apariencia de antigüedad, y que las estrellas y
los planetas son igual de Ilusorios. Y dicho tipo de mundo, en que las
estrellas no son más que «imágenes», en cierto modo sería mucho más probable,
dado el estado de equilibrio generalizado, que un mundo con hechos
temporalmente genuinos y espacialmente distantes. Por lo tanto, esta hipótesis
de muchos mundos ha sido rechazada por toda la comunidad científica, y el
desequilibrio actual suele considerarse nada más que como el resultado de una
condición de baja entropía inicial misteriosamente existente al principio del
universo.
Ahora
bien, la hipótesis de muchos mundos conlleva un problema paralelo igual a la explicación
de un universo bien ajustado. Según la teoría Hegemónica de la Evolución Biológica,
la vida inteligente como la nuestra, si ha de evolucionar, lo hará hacia el fin
de la vida del sol tanto como sea posible. Cuanto menor sea el tiempo
disponible para el funcionamiento de los mecanismos de mutación genética y de selección
natural, menor será la probabilidad de evolución de vida inteligente. Dada la
complejidad del organismo humano es muchísimo más probable que nosotros
evolucionemos más tardía que tempranamente en la vida del sol. Por lo tanto, si
nuestro universo no es más que uno en un concierto de mundos, sería abrumadoramente
más probable que estuviéramos observando un sol muy viejo más que uno
relativamente joven de solo unos pocos billones de años. Si somos producto de
la evolución biológica, deberíamos hallarnos en un mundo en que evolucionamos
tardíamente en la vida de nuestra estrella. En realidad, adoptar la hipótesis
de muchos mundos, para evitar explicar la «puesta a punto» del universo,
también resulta en una forma extraña de ilusionismo. Sería mucho más probable
que todas nuestras estimaciones astronómicas, geológicas y biológicas de edades
relativamente jóvenes estuvieran erradas, que en realidad existimos tardíamente
en la vida del sol y que la apariencia de juventud del mismo y la tierra no es
más que una enorme ilusión, lo que es científicamente un disparate. Por lo
tanto, o no somos productos de la casualidad de la evolución biológica (en cuyo
caso el diseño debe ser cierto) o no somos productos de la casualidad en un concierto
de mundos (en cuyo caso el diseño debe ser cierto). Sea cual fuere el caso, la
lógica nos conduce a un diseñador.
Con
el fracaso de la hipótesis de muchos mundos, el último obstáculo a la inferencia
del diseño en la «puesta a punto» del universo termina por resquebrajarse. Dada
la incomprensible improbabilidad especificada de que las condiciones iniciales
del universo fueran ya propicias para la vida es plausible creer, como dice la
Biblia, que este mundo fue providencialmente ordenado por Dios para sostener la
vida.
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Extracto
Libro: ¿Quién
creo a Dios? Y respuestas a más de 100 preguntas acerca de cuestiones de Fe.
Editores generales: Ravi
Zacharias y Norman Geisler
Colaborador: William
Lane Craig
Páginas: 74-77
Capitulo: 3
Editorial:
Vida
Año:
2003
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