El
punto diez, con respecto al contorno de la visión científica del mundo, plantea
la cuestión de los orígenes del cosmos. Es la pregunta crucial de la creación:
¿Cuál es el origen del universo? ¿Por qué existe? La Biblia comienza con las palabras:
«Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra». Nos enseña así que el
universo tuvo un principio. La Biblia no dice que este principio haya sido
reciente. Eso es una inferencia
equivocada basada en la suma de las edades de diversas figuras
del Antiguo "Testamento. Pero las genealogías del Antiguo
Testamento no pretenden registrar todas las generaciones y, en todo caso, dicho recuento
solo nos llevaría a la creación
de la vida sobre la Tierra (cf. Génesis
1:2) y no al origen mismo del universo (cf. Génesis
1: 1). Desde la antigüedad
hasta el siglo veinte, la doctrina bíblica de que el universo
tiene un origen ha sido repudiada tanto por la filosofía griega como por el
ateísmo moderno. A pesar de esto, la Iglesia se ha mantenido firme en su
afirmación de la creación temporal del universo a partir de la nada.
Luego,
en 1929, sucedió algo alarmante. Un científico, llamado Edwin
Hubble, descubrió que la luz de las galaxias más alejadas parecían
más rojas de que lo que era de esperar. La conclusión insólita a la que Hubble
arribó fue que la luz es más
roja porque el universo se está separando, está en expansión.
Esto afecta, por lo tanto, la luz de las galaxias, ya que cada
vez se alejan más de nosotros.
Pero
esta es la parte interesante: Hubble no solo demostró que el universo se está
expandiendo sino que se está expandiendo igual en todas las direcciones.
Para hacemos una idea de esto, imaginemos un globo con botones pegados a su superficie.
Al inflarlo, los botones se alejan entre sí cada vez más, aunque están bien
adheridos en un lugar. Estos botones se asemejan a las galaxias en el espacio.
Como el espacio se está expandiendo, todas las galaxias están cada vez más alejadas
entre sí.
Increíblemente,
esto implica que si nos retraemos en el tiempo, todo debió estar antes más y
más próximo entre sí. Al final, en algún momento del pasado finito, todo el universo
conocido estaba concentrado en un punto matemático, que los científicos llaman
la «singularidad», a partir de la cual el universo ha estado expandiéndose
desde entonces.
Cuanto
más nos retraemos en el tiempo, más denso se toma el universo, hasta que, al
final, se llega a un punto de densidad infinita a partir del cual comenzó a expandirse.
Este suceso inicial
se conoce como el «big bang», o la gran explosión.
El
suceso que marca el principio del universo llega a ser más increíble cuando se
tiene en cuenta que no existía nada antes de este. No existía nada antes de la
singularidad, porque
está en los límites del espacio físico y del tiempo. Representa, por lo tanto,
el origen, no solo de la materia y de la energía, sino también del espacio
físico y del tiempo mismo. Los físicos John Barrow y Frank Tipler observan: «En
esta singularidad comienza la existencia del espacio y del tiempo; literalmente
no existía nada antes de la singularidad, por lo que, si el universo se originó
allí, verdaderamente tendríamos
una creación de la nada».
Se
trata de una conclusión profundamente inquietante para cualquiera que la reflexione,
porque hay una pregunta que no se puede suprimir: ¿Por qué existe el universo
en vez de la nada? No puede haber ninguna causa natural y física para la
gran explosión dado que, en palabras del filósofo Quentin Smith: «Pertenece
analíticamente al concepto de la singularidad cosmológica que no es el efecto
de hechos físicos anteriores.
La definición de singularidad conlleva que es imposible
extender el marco espaciotemporal más allá de la singularidad lo
que obliga a descartar la idea de que la singularidad es un efecto de algún proceso
natural anterior». Sir Arthur
Eddington, al considerar el inicio del universo, opinaba que la
expansión del mismo era un concepto tan prepotente e increíble que «Me siento
indignado de que alguien pueda
creer en él, excepto yo mismo». Al final, se vio obligado a
concluir: «El principio parece presentar dificultades insalvables
a menos que acordemos considerarlo como un evento francamente sobrenatural».
Algunas
personas se sintieron comprensiblemente perturbadas por la idea de que el universo,
aparentemente, hubiera sido creado de la nada. Intentaron, por lo tanto,
descubrir el modo de eludir la singularidad inicial y recuperar la idea de un
universo eterno, pero todo fue en vano. La historia de la cosmología del siglo
veinte ha sido la historia de reiteradas refutaciones de dichas teorías no
estándares y la corroboración de la teoría de la Gran Explosión. El veredicto,
abrumadoramente mayoritario, de la comunidad científica ha sido que ninguna de
estas teorías alternativas son superiores a la teoría de la Gran Explosión. Una
y otra vez, los modelos que pretenden evitar las implicaciones del modelo
estándar de un principio absoluto del universo han tenido que ser rechazados
por insostenibles o por no poder probar la ausencia de un principio. Por ejemplo,
en algunas de dichas teorías, como en la de un universo oscilatorio (que se
expande y contrae indefinidamente) o la de un universo caóticamente inflacionario
(que genera continuamente nuevos universos), si bien los hipotéticos universos
tienen un futuro potencialmente infinito, tienen en cambio un pasado finito.
Las teorías de un universo fluctuando en el vacío (que postulan un vacío eterno
que dio origen a nuestro universo) no pueden explicar por qué, si el vacío era
eterno, no podemos observar un universo infinitamente viejo. Si bien estas
teorías circulan de vez en cuando en la prensa popular, dichos modelos han sido
abandonados por casi todos los teóricos de hoy.
Uno
de los intentos recientes más celebrados para evitar la singularidad inicial ha
sido postulado por la teoría de Gravedad Cuántica de Stephen Hawking, que en su
momento recibió mucha atenci6n en la prensa popular, gracias a su éxito de
ventas A Brief History of Time (Una breve historia del tiempo). Según su
teoría, el pasado es finito pero no tienen ningún principio o límite. Hawking
no teme sacar conclusiones teológicas de su modelo. Escribe: «El universo no tendría
ni principio ni fin y no sería ni creado ni destruido. Simplemente, sería. ¿Qué
lugar queda entonces para un Creador?»
Por
desgracia, para los detractores de la creación, el modelo de Hawking no puede
ser una descripción realista del universo. Para mencionar solo un aspecto: él
presupone que el universo existe en un tiempo imaginario en vez de en un tiempo
real. Esto significa que, en sus ecuaciones, Hawking usa números imaginarios para
las coordenadas de tiempo, números como la raíz cuadrada de -1. El problema es
que dichos números no son más que algoritmos matemáticos o funciones sin
significado físico. Ya, en 1920, Eddington exploró lo que llamó el «truco» de
usar números imaginarios para definir las coordenadas del tiempo, pero concluyó
que «no era muy productivo» para especular acerca de las implicancias que podía
tener porque, según él, «no se trata más que de instrumentos analíticos». El
tiempo imaginario, dijo, era meramente un instrumento ilustrativo que «no
correspondía a ninguna realidad física».
Asombrosamente, en un libro más reciente, The Nature of Space and Time (La naturaleza del espacio y el tiempo) (1996), Hawking reconoce precisamente esto. Dice: «Una teoría física no es más que un modelo matemático y no tiene sentido preguntarse si corresponde a la realidad. Lo que importa es que la teoría pueda predecir los resultados de las mediciones». Ahora bien, si lo único que hace la teoría de Hawking es esto, es obvio que no elimina un verdadero principio para el universo ni la necesidad de un Creador. Se trata simplemente de usar términos matemáticos para re-describir el universo con un principio singular de manera tal que la singularidad no figure en la re-descripción. En cualquier caso, la teoría de Hawking, de interpretarse de manera realista, todavía implica un origen absoluto del universo, aunque no se haya originado en una singularidad, como postula la teoría de la Gran Explosión. Su modelo no tiene un punto de principio sino que tiene solo un pasado finito y, por lo tanto, un origen absoluto. El mismo Hawking se encarga de resumir la situación: «Casi todos hoy creen que el universo, y el tiempo mismo, tuvo su principio con la Gran Explosión».
Dadas
las obvias implicancias teológicas planteadas por un origen del universo a
partir de la nada es factible esperar que se continúen proponiendo teorías
alternativas al modelo de la Gran Explosión, en un intento de restaurar un
universo eterno. Paul Steinhardt, de la Universidad de Princeton, recientemente
fue objeto de gran cobertura en la prensa popular por su nuevo modelo cíclico o
ekpirótico del universo. Estas propuestas alternativas deberían ser recibidas
con beneplácito y cotejadas con la evidencia, porque el patrón continuado de
fracasos de dichos modelos alternativos no hace más que corroborar la predicción
de un principio absoluto según el modelo estándar de la Gran Explosión, aumentando
la credibilidad de esta teoría. A pesar de la predisposición contraria de
muchas personas, la evidencia acumulada apoya consistentemente la visión de un
universo creado de la nada. ]. M. Wersinger, profesor de física de la
Universidad de Auburn, hace las siguientes observaciones:
-
Al principio, la comunidad científica era reacia a aceptar la idea del
nacimiento del universo.
-
El modelo de la gran explosión no solo parecía dar la razón a la idea judeo-cristiana
de un principio para el mundo, sino que también parecía requerir la
intervención de una creación
sobrenatural.
-
Se requirió tiempo, observaciones y cuidadosas verificaciones de las
predicciones del modelo de la gran explosión, antes de que la comunidad científica
se convenciera y aceptara la idea de una génesis cósmica.
-
La gran explosión es un modelo muy productivo que, por su fuerza, se impuso a
una comunidad científica reacia.
-
Contra toda expectativa, la ciencia corroboró la predicción de la Biblia del
principio del universo.
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Extracto
Libro: ¿Quién
creo a Dios? Y respuestas a más de 100 preguntas acerca de cuestiones de Fe.
Editores generales: Ravi
Zacharias y Norman Geisler
Colaborador: William
Lane Craig
Páginas: 65-71
Capitulo: 3
Editorial:
Vida
Año:
2003
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